Usualmente lo extraño circula discretamente bajo nuestras calles.
Pero basta una crisis
para que, de todas partes, como desbordado de su cauce
por el caudal subterráneo, levante las tapas que mantenían cerradas las alcantarillas
e invada los sótanos,
y luego las ciudades.
Nos sentimos sorprendidos
cada vez que lo nocturno se abre brutalmente a la luz del día.
Y, sin embargo,
ello revela la existencia de lo que está abajo,
una resistencia
interna
que nunca se debilita.
Esta fuerza
al acecho
se filtra en las tensiones de la sociedad a la que amenaza.
De repente, las agudiza,
sigue utilizando los mismos medios y recorriendo los mismos trayectos, pero al servicio de una
“inquietud” 
inesperada,
que viene de más lejos;
rompe 
las barreras;
desborda 
las canalizaciones sociales;
se abre caminos que dejarán, una vez que haya pasado y cuando la marea se haya retirado,
otro paisaje 
y un orden diferente.
¿Es una invasión
o la repetición
de un pasado? 
El historiador nunca sabe 
cómo contestar, 
ya que renacen mitologías 
que dan expresión a ese desarrollo de lo extraño, 
como si dicha expresión estuviera preparada
para este súbito crecimiento.
Estos lenguajes de la inquietud social
parecen también negar los límites de un presente
y las condiciones reales de su futuro. 
Así como las cicatrices dan a las nuevas enfermedades el mismo lugar que tenían en las anteriores,
muestran por adelantado sus signos y su localización
en una huida (¿o en un regreso?)
del tiempo.
De ahí viene ese carácter
inmemorial
que se asocia a las irregularidades de la historia,
como si éstas volvieran a un inicio
sin pasado,
el fondo oscuro
de una inseguridad,
una “singularidad”
latente,
descubierta en la continua multiplicidad
de los acontecimientos. 
Pero, ¿qué valor tiene esta impresión
que permite que los hechos vuelvan tan rápidamente 
a una neutralidad intemporal?
¿Podemos tan fácilmente expulsar el pánico 
de la historia,
para ver en ello su exterior,
su parte inferior,
o su 
ley?


Michel de Certeau, 
La posesión de Loudun (1970).
[Trad. Marcela Carolina Cinta Vázquez, Universidad Iberoamericana, México, 2012, p. 15]