Un sistema de asistencia a la salud, basado en médicos
y otros profesionales, que ha rebasado límites tolerables,
resulta patógeno por tres razones: inevitablemente
produce daños clínicos superiores a sus posibles
beneficios; tiene que enmascarar las condiciones políticas
que minan la salud de la sociedad, y tiende a expropiar
el poder del individuo para curarse a sí mismo y para
modelar su ambiente. El monopolio médico y para médico
sobre la metodología y la tecnología de la higiene es un
ejemplo notorio del uso político indebido que se hace
de los progresos científicos en provecho de la industria
y no del ser humano […] Las consecuencias técnicas y
las no técnicas de la medicina institucional se unen y
generan una nueva clase de sufrimiento: la supervivencia
anestesiada, impotente y solitaria en un mundo convertido
en pabellón de hospital. 

Iván Illich, Némesis médica. La expropiación de la salud.
Barral Editores, Barcelona, 1975. p. 9